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-62- partículares; esa unión que surge entre dos miembros de las mismasr que se mantiene- a costa del cariño y del afecto que, debieran prestar a los demás y se manifiesta en escandalosas preferencias. Pero ninguna ley humana o divina se opone a esas otras amis– tades puras, libres de todo elemento peligroso. y al mismo tiempo• sinceras y profundas. Esas amistades que no restan el cariño que debemos tener a las demás religiosas y cuya finalidad es p"oder con-· tar en las horas de angustia, de lucha o de gozo desbordante, con un– corazón hermano, donde obtengan de una manera especial resonan~' cía nuestros problemas más íntimos y personales. Para la convivencia ordinaria todas las hermanas valen..., .para esas horas cruciales de la vida el corazón naturalmente le repugna, expansionarse con cualquiera y busca instintivamente un alma de toda confianza que sepa valorar, resolver o al menos sentir sus mis– mos estados psicológicos como propios. Estas amistades en vez de ser rémora para la buena marcha de· la Comunidad son ayudas poderosas, de manera especial en comu– nidades de mujeres que sienten más la necesidad de protección. Dan la incalificable seguridad de marchar por la vida con alegría y deci~· sión, porque nos respalda la confianza de que si surge una dificultad, o una pequeña desgracia tendremos siempre un alma amiga, siempre pronta a darnos luz, consuelo y fortaleza con delicadísimo· desinte– rés y amor. Pero no creamos que la caridad de nuestra hermana era esa, conducta de un alma bonachona que es inofensiva porque no puede· · hacer otra cosa, y a todo se aviene porque no tiene valor para decir las cosas como las siente. Sor Beatriz era muy sencilla y cariñosa con todas, hemos tenido ocasión de comprobarlo, pero también la gustaban las cosas muy claras y no tenía inconveniente en denunciar las actitudes turbias cuando la misma caridad lo exigía. A Sor María del Sagrario solía decirla que «los santos no tenían pelos en la lengua» y por testimonio de la misma religiosa conoce;. mos que sabía imitarles en este punto. Con mucha claridad y delica– deza sabía decir las verdades cuándo y a quien era necesario. En esto tenía un digno modelo en la Santa Doctora de Avila a quien Sor Beatriz profesaba especial devoción. Tampoco podernos. encuadrar su caridad en esa clase de perso-·

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