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-55- ::za sigue siendo extraordinariamente cauta dentro,. como fuera del •convento. Sor María ·del Sagrario que tuvo infinitas ocasiones de ,observarlo nos dice «que fué delicadísima en la modestia; siempre "con los ojos bajos parecía un angel» y Sor María del Rosario viene .a decir lo mismo. Para que veamos hasta que pÚnto amaba la pureza citaremos .algunos casos. Una vez estaba Sor Beatriz en el torno con ot.ra reli– ,giosa y el portero, un hombre ya de edad madura, empezó a tocar ,con el acordeón una canción completamente honesta pero un poqui– ·to frívola. Nuestra hermana al parecer la sabía y cantó espontáneamente .acompañando al acordeón. Cuando se retiró del torno empezó a sospechar que su conducta pudo tener algo de frívola e inconve– niente y sintió tal remordimiento que al verla daba 1~ impresión de ,que había cometido una falta imperdonable. Otro caso que muestra cómo veía en esta virtud los peligros a •distancia: «Pocos días antes de sufrir el martirio y al regresar de ,casa de los hermanos de Sor María del Sagrario, la. Madre Vicaria ·ya ancianita l~s .decía: «Vosotras sois jóvenes y podeis trabajar pero ,yo ¿qué harán de mí?» Y Sor Beatriz con una .energía desacostum– ,brada y que brotaba de la visión de un peligro futuro y enorme para .su virginidad le respondió: «Pues precisamente lo que siento yo, es ,ser joven». Fruto de este amor a la pureza y de este cuidado escrupolosísi– ,mo para no ponerla en pelígro fué una inocencia e ingenuidad admi– ible como la de los mayores amantes de la virginidad. Pero la virginidad es una flor muy delicada y sensible. Necesita •estar protegida por otras muchas virtudes, de lo contrario difícilmen– ·te se conserva intacta. Sobre. todo crece pujante en medio de la~ es– pinas de la mortificación, del renunciamiento propio. El principal enemigo · de la pureza es nuestra propia carne. Si damos al cuerpo toda clase de regalos no nos extrañe que se rebele ·y cree serios peligros al alma.
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