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--'-SO- Dios, esto unido a la avidez con que Sor Beatriz recibía siempre las lecciones de vida espiritual y a la docilidad con que las llevaba a la práctica, n.os da pie para afirmar que la presencia de Dios fué uno de los pilares básicos de su vida espiritual. Indicio de este interés por la presencia contínua de Dios puede considerarse el hecho siguiente: «En cierta ocasión-lo cuenta Sor M.ª del Rosario-la dijo una compañera, que algurias religiosas de la comunidad tenían muchas visitas y que en cambio ellas no tenían ninguna». Nuestra hermana la contestó: «Mejor, así nos podremos dar más a Dios», prueba de. que eJia consideraba toda conversación con lo.s hombres tiempo robado a la comunicación continua con Dios siempre presente en su alma. Efecto inmediato entre otros muchos de una vida intensa de oración es envolver las conversaciones en una atmósfera deliciosa de sobrenaturalidad. Nunca tendrá aplicación más sublime, como en el caso presente, el dicho de Nuestro Divino Salvador: «de lo que abunda en el.cora– zón habla la lengua». Qu(? nuestra hermana reflejase la vida inferior en las conversa– ciones, consta por el testimonio unánime de sus compañeras. «Con frecuencia sus conversaciones en el recreo versaban sobre lo que los santos dejaron escrito sobre la oración, especialmente Santa Teresa a quien amaba mucho»-nos dice Sor María del Rosa– rio. Y en otra parte de su relación nos dice la misma religiosa «que dejaba siempre entrever en las conversaciones su unión. con •'Dios y que era el alma de oración». Es necesario poner ahora estil conducta de Sor Beatriz a salvo de una maliciosa suposición. No sería raro que alguien, aún entre religiosos, al leer estas lí– neas sobre la conducta de nuestra hermana en las recreaciones, piense que de seguro era la personificación del aburrimiento. Nada más falso. Las afirmaciones de las religiosas son elocuen– tísimas, hablan con verdadero entusiasmo de la amenidQd y buen humor que Sor Beatriz daba a esos ratos de santa expansión. En las conversaciones era de un carácter agradable, alegre y jovial».-Nos dice Sor Rosario - «Siempre estaba alegre, afable y condescendien– te»-Díce Sor Corazón-y Sor María. del Sagrario a quien tendre– mos ocasión de citar luego, dice también «que en las horas de recreo se mostr~ba jovial y cariñosa con todos».
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