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-49·-"- «Era muy interior y alma de oración, encantaba verla en el c:oro» dice Sor Rosario y en otra parte nos dice la misma religiosa «que:era muy piado$a y amante de la oración». Cnn estas afirmado. nes están. perfectamente de acuerdo los datos que nos faciljtaron la~ demás religiosas. Según ellas no le bastaba los muchos ratos diarios que las Con• cepcionistas dedican a la oración ·y dura11te el día, sobre todo k>s domingos, hacía frecuentes visitas al San.tísimo. Pero un alma de oración no puede ser tal sin una vida· paralela de recogimiento personal durante el día. Es difícil perno decir impo~ sible, vivir en una intimidad grande con Dios y derrámarse luego al exterior en conversaciones largas y superfluas; Lo mismo habría que decir de una religiosa que dejase vagar la vista sin control ninguno viéndolo todo y observándolo todo. Por eso nuestra hermana que era alma de oración, era por lo mismo alma silenciosa y recogida. ((Era muy silenciosa y recogida» '-dice Sor Rosario-en el convento fuera de los ratos de recreo en los que era muy jovial se mostraba siempre grave y modesta» «fuera del convento-en las muchas veces que se vieron obligadas a dejar~ le-se la víó siempre comedida y virtuosa. Ella tenía algo que no se veía en todas nosotras así que siempre era edificante». Tan elocuentes como Sor Rosario son las otras religiosas que nos e.nvíaron sus relaciones: «El silencio lo guardaba a perfección -dice Sor Corazón-a veces cuando la encontraba en el claustro me gustaba mirarla, ella se sonreía siempre pero raramente la ví levantar la vista para mirarme». La misma religiosa cuenta otre caso que oyó de labios de Sor Beatriz y que demuestra lo bíén que dominaba ésta su espíritu curio- . so. «En una ocasión nos dijo ingenua y sencillamente que sintió de– seos de ver a su confesor o padre espiritual con el que ella trataba las cosas de su alma. Cuando la avisaron bajó al locutorio con un poquito de vehemencia y luego avergonzada de ello se propuso no mirarle más y así lo cumplió». No poseemos testimonios explícitos de que nuestra hermana tu– viera habitualmente la presencia de Dios. Hay sin embargo, un indi– cio poderoso para afirmarlo. Tuvo por maestra a la M. Carmen, buenísima religiosa que in– culcaba a sus novicias con insistencia machacona la presencia de 7
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