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-38- Así ratificaba externa y oficialmente lo que hacía mucho tiempo· había hecho ya en espíritu, según ella misma confesó a su padre: La renuncia del mundo. Libre ya en el alma y en el cuerpo de todas las cosas humanas, no le restaba más que arrojarse en los brazos de Dios en un ímpetu de ardiente y puro amor para no separarse de El ni en el tiempo ni. en la eternidad. · Para d~stacar más el desprendimiento total del mundo, en la vestición del hábito, nuestra hermana trocó su nombre de Narcisa por el de Sor M.ª Beatriz de Santa Teresa. Con la imposición del velo blanco daba comienzo el noviciado.. Una etapa n.ueva de su vida, oculta y sin ruido, pero de marchas rá– pidas por el camino de la santidad. Es realmente sensible que no hayamos podido hablar con nin:– guna religio.sa contemporánea suya de noviciado. De seguro nos– diria muchas cosas edificantes. Podría decirnos --'al menos por lo que se reflejase al exterior– las admirabl!:'.s transformaciones de aquella alma tan sedienta de Dios, sus esfuerzos por conquistar uno por uno los peldaños de la virtud, las pequeñas luchas que tuvo que sostener con su naturaleza,. rebelde como la nuestra, a las exigencias del espíritu. Antes de pasar adelante; juzgamos conveniente hacer unas obser– vaciones que ayuden a interpretar rectamente la vida de Sor Beatriz. Hay que evitar dos extremos. No perdamos de vista, por un lado, que en ella la vída religiosa. nó es algo disociado, algo que forme una etapa totalmente distinta de su vida en el pueblo, y que por tanto pueda asemejarse a un cam– bio brusco de dirección en la conducta hasta entonces observada. Es e1 caso de esas jóvenes que fueron hasta su ingreso en reli– gión de costumbres más o menos frívolas y que dan de pronto un viraje en su vida y entran en el claustro. En la conducta de Sor Beatriz no hay tales cambios bruscos~ Los últimos años de estancia en el pueblo fueron ya un pequeño es– bozo de vida claustral. Lo dijimos antes. Su piedad, como nos dijo el Sr. Párroco «no tenía otros límites e interrupciones que los impuestos por las obligaciones ineludibles de su estado». Vivía recogida casi como una religiosa de clausura. La vida de nuestra hermana, antes y después de ser religiosa, es

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