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-30- Delicadezas divinas Como en otro tiempo con Santa Catalina de Sena, Jesús presen– ció sumamente complacido y oculto en el corazón de nuestra herma– na, las pequeñas batallas interiores que libró hasta obtener el con– sentimiento de sus padres. En premio a su valiente actuación la abrió inmediatamente las puertas del claustro. Pocos días después de los acontecimientos narrados, D. Manuel· Zapico recibía una car.ta de las Concepcionistas Franciscanas de Madrid. En .ella le. exponían la necesidad que tenía aquella camuni– dad de una joven con buena voz para que hiciese los oficios de cantora. El buen Cura-Párroco no tuvo que cavilar mucho, se acordó in– mediatamente de Narcísa, tenía ésta buena voz y excelentes cualida– des para religiosa. Además ya sabía que lo deseaba con toda su alma. Recibida, pues, la carta, D. Manuel fué a casa de los padres de Narcisa. Les dió a conocer el contenido de la misma y no opusieron resistencia alguna. Menos había de oponerse ella. que hacía tiempo· lo deseaba ardientemente y se había preocupado de preparar antes el terreno. Llamada, pues, para ·el caso contestó sin vacilación en sentido afirmativo. Su modo de ser comedido y prudente no le permitió hacer ma– nifestaciones ruidosas de alegría, pero seguramente sus ojos brilla;..· rían de felicidad trasluciendo la profunda satisfacción de su alma. Y a no ser por guardar las formas hubiera roto a llorar como una niña y cubierto de besos aquella carta que abría para ella las puer– ta.s del paraíso en la tierra. Dios se portó en esta ocasión con verdadero mimo. Abrió a nuestra hermana sin tardanza las puertas del claustro y además le brindó la oportunidad de entrar en la orden más en consonancia con su espíritu.

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