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No pasó mucho tiempo y ya con.o('..ía y &maba lo que hasta entonces solp inconscientemente barruntaba su espíritu. El proceso de lc1 vocación .se desarrolló de la siguiente manera: «Al ver su bondad-dice O. ManuelZapic:o cura-p¡:írroco de Nava– la propuse si quería ser religiosa a lo que accedió>. Ta} vez Narcisa no dejase reflejar en el rostro el efecto que produjeron en su espíritu las palabras de D. Manuel, pero infüscutiblemente 'fueron para ella toda una revelación. Vió de un golpe y poncretando en una palabra, <ló11de se dirigían las aspiraciones hasta entonces inconsciente de su·aima. Desde .aquella ocasión memorable, no piensa y sueña más que en el convento. Le ama con el amor con que se puede amar las tosas más caras. Su desprendimiento total de los afectos terrenos, su ab– soluta entrega a Dios, sus anhelos de perfección solo allí tendrían ambiente apropiado. Con qué bellos colores piµtaba su imaginació:n adolescente el amado retiro del claustro. Para ella no podía existir lugar más delicioso en el mundo. Tanto llegó a ocuparla esta idea que según no.s dice Jesusa eµ todas sus conversaciones de la última temporada antes de ingresar .en .el convento <1:mezclaba siempre la hermosura de la vida religiosa». Pero este deseo que surge violento e irresistible y absorbe todas las iíusiones de Narcisa, choca muy pronto con dificultades que al principio parecen insuperables.. Era la única que podía aymilar a sus :padres, los demás herma– nos eran muy pequeños. Su ingreso en el convento significaba difí– .cultar más Ja buena marclli;i. de la casa que aún con ella y un criado s.e desenvolvía malamente. Por eso una dílacíón de sus padres en darla el consentimiento lo veía hasta cierto punto razonable; El amor irresistible al retiro del claustro y el cariño a sus pa– <lres, unldo al sentimiento de dejarles cargados. de trabajo fueron dos afectos que laceraron desde entonces el pequeño corélzón de :rmestra hermana. Por un lado la voz imperiosa del cariño, p.or otro 1a llamada no menos apremiante del Buen Jesús que la quería toda para sí y cuanto antes. La victoria no era dudosá pero le costaría desgarros del corazón. No obstante el deseo vívísimo que tenía de ingresar en el con– vento, pasaron varios días sin que se decidiera a somete.r a los pa– dres sus propósitos. Por fin un día creyó ser ocasión oportuna y se

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