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-20- verdad encerraban las. palabras de su M. Maestra y contestó al pun– tó: « Será la última· vez que pbngo afición por ilgo de la tierra·,. Ya lo dijimos al principio. Narcisa cultivava con igual solicitud las flores de la tierra y las flores del alma. Sob"re todo, la flor más preciosa y fragante del alma femenina, la pureza. Su am,)r a esta virtud angelical fué siempre algo indescriptible. Así hacía realidad en su vida lo que tantas veces había repetido en sus recitales: « Y postrándonos de hinojos de la Virgen a las plantas démosle flores purísimas ríimca en barro salpicadas 1J a sus aromas unamos perfumes de nuestras almas» . . Narcisa cumplió a perfección estos dos afanes llenos de encan– to y poesía. Cuando se ?-cercaba con las niñas a depositar su jarrón de flores a fos pies de la Vírgért, más que la hermosura y fragancia de los claveles y rosas, florecidas con el sudor de su frente infantil, agradaría a la Reina de las flores el perfume espiritual de aqmd co– razoncito. Pero la pureza es una fl(lr muy delicada. Fácilmente se aja y pierde brí11o si se abren despreocupadamente las ventanas de los sentidos. Por eso Narcisa que amaba tiernamente la P,ureza usaba de una vigilancia extrema para ponerla al margen hasta de la som– bra de peligro. Sus padres dicen con su 'parco lenguaje que «nunca vino con ninguno, ni levantó los ojos para mirar a nadie». Y Jesusa Ferreras cornpañera inseparable de nuestra hermana dice lo mismo, <que nunca gastó tiempo con chicos>>. Julián hermáno de Nardsa nos contó lo siguiente: «En una oca– sión-era él de ocho años:--regresaba del campo con Narcisa que por entonces ya era mayorcita. Al pasar por una de las calles del pueblo se acercó un joven con ánimo de acompañarla. Con decisión pero al mismo tiempo amablemente ella le dijo: «dispensa pero no te molestes porque voy mejor sola» y .acelerando un poquito el paso siguió con su hermano camino de casa. De estas situaciones tuvo muchas. Solamente su prudencia, delicadeza y fuerza de voluntad mantuvo su pureza siempre a1 abrigo de situaciones menos conve– nientes, sin que nadie se diera por molestado.

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