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-13- •.oracíones bajo el paciente y ca,rmoso magisterio de su madre. En nuestro caso la primera maestra de Narcisa más bien fué su abuela Isabel. A los cinco años ingresa la pequeña Narcísa en la escuela. Y ya desde entonces llama poderosamente la atención; se nota en ella una peculiaridad muy suya, un obrar sensato y formal propio de perso– nas mayores. Todos sabemos lo que hace un niño de cinco a seis. años. Con un discernimiento a medias de las cosas, su única ilusi.ón es jugar, divertirse y omitir las clases cuando se presenta la ocasión. Narcisa de cinco años no es así. Su comportamiento en la es– •Cuela es casi el mismo que observa en la Iglesia. Se la veía absorta en el estudio con una pasión de instruirse propia de una persona que sabe lo que trae entre manos. En recreo juega con sus compa– ñeras a la comba, a las tabas..., pero dada la señal de reanudar las clases, deja prontamente sus juegos y corre a ensimismarse en el estudio del silabario, la caligrafía o la tabla de sumar. · El amor a la propia formación, este afán por saber, fué siempre compañero inseparable de nuestra hermana. Siendo ya mayorcita, y en 1os ratos libres que tenía en casa, estando en el campo al cuidado de las vacas, etc., siempre·se la veía leer libros que la proporcionaba el Sr. Párroco. A esta misma afición sacrificaba .los honestos y legí– timos esparcimientos de los domingos. Siendo ya religiosa decía en una ocasión a Sor María del Sagrario: «No sé cómo mi padre me sufda tanto, constantemente le cansaba con un sin fín de preguntas». A la maraviJlosa asiduidad al estudio unía Narcisa una capaci-:– ddd retentiva nada . rnmún. En cuatro meses de asistencia escolar, aprendió a leer perfectamente. Por desgracia las múltiples ocupado• nes de casa (no olvidemos que era la hija mayor) hicieron. imposible atender a su formación con regularidad. · Sin embargo en su breve paso por la escuela llamó poderosa,,.. mente la atención del maestro, se percató éste de que aquella niña ,de mirada inteligente y comportamiento intachable era algo extraor– dinario. Así lo manifestaba siempre que encontraoa a sus pa"dres por la calle: «es una p~na-decía-que ustedes la tengan siempre en casa. Si fuera mí hija la daría carrera. Tiene unas dotes admirables». D011 Cayetano el viejo y bonachón Curi Párroco de Nava, era ,de la mis'ma opinión. Se hacía cruces ante la prodigiosa memoria de

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