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-11- 1 Üieciochc de marzo de md novedenfos ocho. Día frío y lluvioso en Nava de los Caballeros; €'n las ramas des– nudas de los árboles murmura el viento y los habitantes del pueblo, labradores en su totalidad, se muestran perezosos para dejar el am– biente cálido del hogar y reintegrarse a sus faenas del campo. · Contrastando con esta adustez y caríz antipático del tiempo, en la casa de abuela Isabel hay alegría y satisfacción íntima en la cara d1: todos. Una alegría suave y callada enemiga de las ruidosas ma– nifestaciones externas, honda y rebosante; de esas alegrías en fin, que trasportan nuestra vida al menos por algunos días a un plano de franca felicidad. No sé qué resortes de nuestra sensibilidad mueve el nacimiento de uri niño. Siempre su aparición es algo que estremece jubilosa– mente a sus. familiares, sacude las fibras más sensibles del espíritu y provoca la alegría y el contento. En nuestro caso también la alegría 1?:ra consecuencia de un na– cimiento. Una niña primogénita de Abundio García y Ulpiana Vílla, había turbado aquella mañana la paz de la casa con sus imperfectos sonidos guturales. Y al oírlos, todos los que componían la familia de abuela Isabel sintieron esa alegría inusitada. Ciertam·ente e.n la aparición de esta niña había motivos especia– les de alegría. En los abuelos porque era la primera de sus nietas, en los padres porque era su primogénita y en los demás por esa es– pecie de contagio y corriente de simpatía que se establece entre las almas sobre todo cuando están unidas por los lazos de la sangre. Tres días después en casa de abuela Isabel se vistieron de fiesta. Sacaron sus mejores trajes de los baules y envuelta la niña en blan– cas mantillas fué llevada a la iglesia. Y se la bautizó Como a todo cristiano.

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