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-109-,- ·:rradas en. el piso faltas. de todo, no colma.sen. el cáliz del sufrimiento, lqs milicianos que custodiaban aquella cárcel improvisada se encar-' ,gaban de tenerlas en contínuo sobresalto. Constantemente _les decían, que iban a llevarlasa la muerte. Mu.. :chas noches.las religiosas no pudieron dormir una sola h0ra, porque les decían que.de un momento a otro iban a sacarlas. ·· · Los sufrimientos originados por este sadismo de los milicianos solamente pueden comprenderlo, en toda su enormida4, quienes se hayan -visto en semejantes circunstancias; la excitación. de nervios,. los mil pensamientos horribles que se agolpan en la inteligencia ante el porvenir misterioso y desconocido. Sobre todos los sufrimientos físicos y morales originados por su situación intolerable, había uno qµe como dogal tremendo agarrota– 'ba su corazón; el temor a cualquier atropello por parte de aquellos bárbaros. No podían hacerse muchas ilusiones sobre la honradez y capa– llerosidad de sus guardianes. Cada cierto tiempo ~ntraban para hacer un registro en el piso. En estas ocasiones les dirigían miradas ,,que reflejaban de modo inequívoco los más criminales y repugnan– tes instintos. Ordinariamente cuando entraban .para proceder. a un. registro, las religiosas se encerraban en una habitación y se trasladaban. a otra, ya revisada, cuando preveían que los milicianos se acercaban. Una vez sorprendie1·on a nuestra hermana y Sor M.ª del Sagra- · río en una habitación. Se encararon con ellas y les dijeron en tono brutal: «¿Por qué no os casáis?» ... Lo malo no era la frase, era lo que latía detrás de aquella salida. Sor Beatriz que no tenía un pelo de tonta lo comprendió muy bien. Lo demuestra una anécdota ya citada Un día y en un momento en que. las dejaron libres. sus carcele'." ros, estaban hablando en grupo varias religiosas, entre ellas la .Ma– dre Vicaria y nuestra hermana. La Madre. Vicaria se lamentaba de su vejez: «Vosotras sois jóve– nes y podéis trabajar-decía-pero yo, ¿qué harán de mi?» Y Sor ,Beatriz con una energía que brotaba de su amor a 1d pureza y del temor ante los peligros. que aquellos días se cernían sobre su virtud, replicó: «Pues precisamente lo que yo siento es ser joven». La frase no ;necesita comentarios. Sin duda ninguna este fué uno de los tormentos que más dolorosamente laceraron s11 corazón.

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