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-105-:- Despertaban a los presos y daban lectura a los nombres de aquellos. que debían salir en libertad, porque hasta en esto eran atro.ces los métodos; oficialmente salían en libertad, los que .una hora después :recibirían un tiro en la nuca. La misma libertad que se tomi;iban los miliciano.s en las cárceles, se arrogaban para hacer redadas en lo.s domicílios particulares y llevarse a las personas que les venían. en gana. Las sacas de presos en las cárceles y las detenciones de perso– nas no afectas al régimen fueron aumentando progresivamente des– puts de las derrotas del Frente Popular en tierras de Extremadura y sobre todo a medida que las tropas de Franco· se acercaban a Ma– d;rid. Era ,la :revancha rnín e indigna que se tomaban aquellos hom– bres cbbardes por sus de'rrotas en los frentes de batalla. Tengamos @n cuenta que la detención de nuestra hermana ~coincide con los de– sastres del ejército rojo en Badajoz y en Navalmoral de la Mata, donde este se declaró impotente para detener a las columnas nacio– nales del Sur. Así como su muerte coincide también con la presencia ,de las tropas de Franco en la Ciudad Universitaria. Desde el momento que entró de nuevo en el piso donde se end co:ntraba el grueso de la Comunidad; Sor M.ª Beatriz vió que se iban estrechando en torno a su persona y la de sus hermanas, los anillos de una conjuración misteriosa, que pretendía su exterminio. Allí encontró a Sor M.ª del Rosario con lc1 cual tenía-:-como he– mos dicho en páginas anteriores-una amistad muy íntima. Lo pri– mero que le dijo fueron estas palabras: «Sor Rosario, ¿Qué querrá «1 Señor de nosotras? Yo estaba fuera de aquí y me han traído y sin em~argo Sor X ha salido de aquí y está sirviendo! Aunque las palabras revelan perplejidad ante el porvenir incier-– to, en lo íntimo de su corazón estaba completamente convencida de qu~ e1 Señor iba preparando las cosas para su sacrificio total. Pocos días des pues _ya decía a Sor María del Sagrario « Yo Creo que Dios nos pide algo grande cuando nos (sacó de la casa de su hermano donde estábamos tan seguras. Adoremos sus ocultas disposiciones». Esta voluntad de Dios se ~erfiló clarísimaménte cuando las reli– giosos conocieron con certeza la trampa de los .milicianos. Las sospechas de S9r Beatriz y el Sr. Wenceslao fueron confü- 1,:¡
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