BCCCAP00000000000000000000803

-104- en peligro a esta familia?». Y luego :viendo daramente lo que oculta– ba la proposición infame de los milici~.nos añadió: «Ye>' iré, pero esta -por Sor María del Sagrario-que se quede». Los familiares de Sor María del Sagrario intentaron por todos los medios que. las dos religiosas qµedasen allí. El Sr. Wenceslao se prestó para hablar con la Madre e indicarle cuáles eran las :verdade– ras intenciones de los milicianos. Pero para entonces Sor Beatriz había ya pensado mejor las co– sas y .:vió que tal :vez su conducta en aquellos mome.ntos era un prow ceder demasiado humano. Por este motivo no aceptó que el Sr. Wen– ceslao fuera a tratarlo con la Madre, podfo haber en ello un poquito de resistencia. Zanjó pues las deliberaciones con estas palabras: «En fin, a nos– otras nos basta con obedecer y marchar con ella». Acto seguido cogieron las cosas más imprescindibles y se fueron a reunirse con la Comunidad. Como decíamos al principio, este fué el acontecimiento que díó viraje totalmente contrario a los acontecimientos en la existencia de nuestra hermana. Desde que salió de la casa que tan cariñosamente la protegió por espacio de dos meses largos, se dió perfecta cuenta de que su persona carecía de la seguridad imprescindible. Sus días J e.a este mundo estaban contados. Y una prueba que demuestra clarísimamente esta convicción en ella es que por el camino-como nos ha dicho Sor M.ª del Sagra– rio-, le dió las señas de su familia para que pudieran avisarle en caso de que a ella no le fuera posible. Ante el pavoroso fufur-io•.. , A partir del 22 de agosto en que se lleva a cabo la gran matanza de presos en la Cárcel Modelo, la intervención directa de las pandi– llas criminales en las cárceles y el disponer de las vidas de los pre-, sos, quedaron confirmados pese a todas las protestas internacio– nales. Y no sólo en Madrid; en toda España acudían los mi1icia1.1os a las prisiones durante la noche llevando una lista de rnndenados.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz