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-97 y se, hacían vaticinios sobre su porvenir, pues la mano .de Dios ,estaba con él. Y hubo fiesta en la casa. Regreso de Maria. Pasados estos días familiares, días de gozo y de fiesta, María partió para su ciudad de Nazaret. Aun– que el Evangelio no nos dice nada hemos de suponer su camino directo y sin pérdtda de tiempo. Llevaba el alma llena de optimismo y cuajada de misterios. Inundada de gozo y vecina a la divinidad. Por eso su viaje fue un desbordarse por los caminos en ala– banzas y adoraciones al Dios que llevaba en sus en– trañas. Su estancia en Ain-kairim le acercó más a la divinidad y a la realidad mesiánica. El camino se le hizo corto y sombreado de ilusiones. No sintió el golpe del sol ni el aburrimiento de unas horas larguísimas. Fue como un deshacerse en coloquios y regustos que la hicieron caminar tan alegremente que hasta el peso del cuerpo le era liviano y el camino como una cinta de plata para besarla sus pies desnudos. Parecidos sentimientos experimentamos nosotros cuando las cosas han salido a nuestro gusto y estamos inundados en una paz. de misterio. El estado psicológico de María era un complejo de misterio, de madurez y de espera que que le abru– maba inmensamente el alma en una paz indefinible. Estaba ya a las puertas y había visto la luz que pre– sagiaba el sol de un nuevo día. Había comenzado el :¡nilagro y se acabaría cuando ella trajera el hijo como :una esperanza hecha tierna carne de niño. No es ex– traño que su partida para Nazaret fuera gozosa y abstraída. La entrada en su ciudad le despertaría el recuerdo de la hora de la Encarnación, la visita del ~ngel y el 7

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