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- 91 vacíos en sus corazones sepultados por tanta tierra que les impide ver -el misterio del amor y poder de la cruz. O el trono forrado de seda que oculta la liviandad de un corazón podrido por el vicio. Tronos -de orgullo, de dinero o de carne que terminan en la bancarrota de un final trágico. María adivina el final de la Historia, cuando el Señor, haciendo gala de su poder, destronará a los .soberbios con un solo soplo de su poder. Se tamba– learán los tronos y vendrá la catástrofe invariable porque comenzará la eternidad y el triunfo de la ver– dad contra la comedia e hipocresía de esta vida. En– tonces brillará la insignia de la cruz y los humildes .se levantarán sobre el trono del amor. Habrá termi– nado la comedia de la vida en el llanto y desespe– ración de una tragicomedia para los soberbios y en el triunfo del amor para los que siguieron el camino de la cruz. Colmó de biemis a los hambrientos y arrojó de sí a los ricos con fas manos vacfas. María sigue cantando el himno de ,exultación me· siánica.. La Redención ha comenzado. Ahora se alza como una profetisa para mirar en el horizonte his– tórico y como en presente la actitud de los hombres. Y entona la estrofa magnífica de realidad asombrosa: a los hambrientos los llenará de bienes mientras que a los ricos los dejará vacíos. Otro c.ontrasentido, otro choque de ideas. Ricos y hambrientos. ¿La gran injusticia de la vida? Pudiera ser. Pero María mira más bien al espíritu, a la dis– posición de los corazones de los hombres con respecto al don de Dios, la Redención..

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