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-83 de entregar al mundo y a la sociedad un Cristo vivo. Se impone la santidad. De lo contrario 'entregaremos al mundo un Cristo muerto, un Cristo de escuela, de teología, de libro, conversación o púlpito y no un Cristo vivo, de corazón. Este es ,el peligro y este es el gran fracaso de muchos que se dicen apóstoles porque hablan y dis– cuten y predican, y están discutiendo y predicando una idea y no una vida. Y este es el gran escándalo y la acusación más potente contra los cristianos y sacerdotes que se entregan al ministerio del aposto– lado. Damos al mundo un Cristo de escuela cuando debiéramos entregar lo que el mundo espera del cris– tiano: un Cristo vivo, el Cristo que vive en nuestras almas. Palabras que ,salen de los labios y que no plasmamos en nuestras vidas. Se impone nuestra san– tificación. Solamente cuando Cristo viva en nosotros por la gracia y la gracia se concretice en una vida cris– tiana profesional y privada, podremos decir al mun– do el. mensaje de Cristo. Solamente entonces podre– mos llevar la alegría y la paz a un mundo que ham– brea maniáticamente la felicidad y ,el amor. Madre de la alegria. Y con la santidad prepararemos el camino para la venida de Cristo al mundo. Y con Cristo la alegría y el descanso total. María, madre de la divina gracia, ,es también la madre de la alegría. María, madre de apóstoles y madre de la eterna alegría. El mundo no lo comprende. Pero para llegar a la alegría necesita la presencia encantadora de su madre. Toda esta frialdad le viene de la ausencia. Y la ausencia que padece el mundo no es tanto ausencia

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