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82 ,- Privados de ·la gracia por el pecado, estamos muertos y por eso mismo todo aquello que hacemos ,es latido y esfuerzo de hombre muerto a los ojos de Dios, puro hombre, sin resonancia para la eternidad, sin mérito para .el Dios de los vivos. María es la madre de la divina gracia. Ella es la que nos trae a Cristo, merecedor de la gracia. Ella es la que nos la distribuye. Lo vemos ,en casa de Isabel, como lo veremos más tarde en Caná y en el Calvario. Maestra de apóstoles. El cristiano es o tiene que ser en este mundo un Precursor de Jesús. Preparar el camino a Jesús. Mien– tras no vivamos entregados a este menester no he– mos comprendido exactamente nuestra vocación. Nues– tro quehacer consiste en resolver el problema. de cristianizarlo todo, desde las conciencias a las insti– tuciones y estructuras del mundo. Tenemos la misión que recibió Juan, el de preparar los caminos para la venida de Cristo. La última manifestación del Señor al. final de los tiempos. Entretanto esperemos la venida de María. Ella es nuestra ma:>stra. Y no hay que esperarla demasiado. María está con nosotros. Nos viene visitando a dia– rio. Está tan cerca y tan vecina de nosotros que no tenemos más que abrir los ojos para ver su imagen y su influencia en nuestras vidas. No tenemos más que atender para escuchar su voz que nos habla des– de tantos santuarios y con voces tan delicadas y tier– nas que es imposible no recibirlas y escucharlas. So– lamente hace falta un poco de buena voluntad. Y la visita de María es, como siempre, la visita que invita a la purificación y a la santidad. Hemos

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