BCCCAP00000000000000000000801

Entró y en el piso llano saludó a Isabel. Su saludo fue cariñoso y sincero. Después se abrazaron según costumbre 1 en el ritual judío. Y foe Hena del Espíritu Santo. Y en aquel mismo instante su prima Isabel fue llena del Espíritu Santo y levantó con gran clamor su voz Y, dijo: «Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que venga a mi casa la madre de mi Señor? Mira; tan pronto como tus palabras de saludo han resonado en mis oídos, ha dado la criatura saltos de contento en mi seno». (Le. 1, 42-44). Son los frutos de la caridad. Cuando la caridad llena ,el alma de un hombre o de una mujer se di– funde, como el perfume de las rosas, llenándolo todo del perfume de Dios que es caridad. María llevó a casa de Isabel al mismo Dios. Lo llevó en su corazón y en su seno recién visitado en la Encarnación de Dios en sus entrañas. Con la visita de María que lleva a Dios, Isabel queda llena del Es– píritu Santo. Y con el Espíritu Santo queda llena de sus dones. Y el primero de todos la fe. Isabel no V1e, pero cree, lo presi€mte. No vislumbra el misterio, lo. adivina y cr 1 ee en la palabra inte.rior que le dice la realidad del misterio. Bendita tú que eres la Madre de mi Señor. Cuando se nota la presencia del Espíritu, cuando se adivina su presencia, cuesta poco el creer. Isabel cree sin complicaciones de- ninguna especie. Sólo hace falta dsiposición, buena voluntad. Isabel la tiene; es iluminada del Espíritu Santo y cree. Con la fe va rozándose la humildad. Segundo don del Espíritu. Ella también ha sido regalada con el don de Dios. Tam-·

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz