BCCCAP00000000000000000000801

- 75 que de El hemos recibido. El Señor nos dice que no se enciende la luz para ocultarla y que no alumbi,e. Es ridículo. Cuando se enciende una luz se la en– ciende para que alumbre. Lo contrario ,es un contra– sentido. El quer,er vivir la vida en soledad, en la os– curidad, es una estupidez. La vida, aun en silencio y ien retiro, es para vivirla en comunidad, en comu– nión, en caridad, en ,entrega. María se siente llena de la gracia de Dios, llena del mismo Dios que vive .en sus entrañas, y siente .uecesidad, siente prisas por llevar el mensaje de su maternidad y el consuelo de su visita a las almas. La primera a su prima. La visita. Por eso precisamente. «Por aquellos días -dice san Lucas- se puso María ,en camino, para dirigirse a toda prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Y entró ,en la casa de Zacarias y saludó a Isabel». (Le 1, 39-40). Con el Niño Dios en sus entrañas corrió por los ·caminos bordeados de palmeras y subió las colinas cubiertas de hierba y de romero. Había pasado la temporada de las lluvias y toda la llanura de Jezrael era un mar de espigas onduladas por el viento fresco. Hasta las montañas rocosas de Samaria y Judea ha– bían tomado un tinte negruzco, y se respiraba ,en el á±ribiente un aire fresco y perfumado de anémonas abiertas al soL Seguramente que María se habría unido a alguna caravana Gle peregrinos y habría su– bido hasta la montaña, a la ciudad de Ain-Kairim, siJ1.1ada a unos siete kilómetros al oeste de J,erusalén. Allí, entr_e fas caUejuelas, retorcidas y empinadas, ha– bría -encontrado la casa de su prima Isabel.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz