BCCCAP00000000000000000000801

mitigara el estímulo, el aguijón o enfermedad de su carne. La postura de María, igual. El ángel la encuentra en ,el retiro, sus ojos avasallados ante la presencia de Dios, de rodillas, sumisa y orando. E inclina tanto su espíritu que el ángel la reconoce por la esclava del Señor. Y seguramente por su ,esclavitud y su humil– dad indecible llega a las cumbres de una pureza tan subida que hasta el mismo Dios la mira con mimo y la escoge para Madre suya. De la soberbia a la independencia libre y absurda no hay más que un paso, o mejor, ninguno. Y fruto de esta independencia malsana, la autosuficiencia y el orgullo. De este orgullo de raza que ha alcanzado en el hqmbre la paradoja de dominarlo todo sin do– minarse a sí mismo, brota la indiferencia ante la oración. Consideramos como una indignidad la del hombre que mendiga y pide levantando las manos al. cielo. Hoy no cuenta en un hombre más que sus obras, pero con tal que sus obras puedan reducirse a números, negocios, casas, 1nejoras sociales, etc. Y no cuenta para nada, ,esto en la mayoría de los hom– bres, las obras de quien postrado die hinojos delante de su Dios pide el dominio de sus pasiones y la paz del mundo. La solución de los problemas que aquejan a la humanidad. En concreto, hemos dejado a un lado la oración. Y así nos va. Nos aburre el trato con Dios. Nos hu– milla el tener que pedirle soluciones. Y por eso tra– tamos con los hombres de sus cosas y de sus nego– cios, de sus planes y proyectos y tratamos con el mun– do y con todos sus caprichos. Y llegamos a la con– clusión de una práctica frívola e insulsa y afectada de ascos y podredumbres. El que trata con Dios pronto trasciende a divinidad y a virtud. El que trata con

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz