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68 - El primer escollo de nuestra pu.reza es el no vivir según los cri.terios que nos ofrece la Fe. La fe nos es simpática mientras no roza ni compromete nuestra postura ante la vida. Pero cuando la toca y nos obli– ga a torcer el curso de nuestros caprichos o instintos, la ponemos en tela de juicio y fallamos contra ella. Por lo menos en la práctica. Es el orgullo que quie– re el capricho y el placer. La fe es •el criterio de Cristo hecho fórmula de credo y que nos da normas para nuestra vida prác– tica. La fe roza o, mejor, crea la moral. Pero cuando se trata de nuestro caso o la juzgamos excesiva o nos creemos con fuerzas para enfrentarnos con la reali– '4td de un mundo pagano y malo y lo que resulta es el fracaso del orgullo. Y cuando el orgullo concibe da por el hijo el pecado de impureza. Ei criterio de Cristo, criterio de fe y de prudencia, norma de moralidad, se personaliza más concreta– mente en el consejo y en la advertencia del sacer– dote. Y aquí la humildad se aquilata más. Y esto se nos hace más cuesta arriba por dos razones: primera pbrque no solemos mirar al sacerdote revestido de la persona de Cristo a quien representa y de quien reci– be su fuerza y ministerio; segunda, porque no viendo en-él. más que al hombre de carne y hueso, con sus de– fectos y limitaciones, no juzgamos tanto sus palabras y tloctrina ·cuanto sti •experiencia personal. 1 · Y hay que ·insistir mucho en mirar alta y limpia– fuente al sacérdote. No hemos de ver en él un hom– bre · vestido ráramente sino un hombre escogido 1en– tre los· 1 hó±ílbres y que está destinado y adornado por :él; mismp ·Dios pi:ira ser nuestro guía y maiestro. :· · Mirando :~sl: di sacerdote es difícil menospreciar 'iéih rotundarhenté y juzgar tan a la ligera sus adver- tencias y amonest\idon~. · ' · '
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