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tino que fundamentalmente coincide con el de María. No es imaginación, misticismo o palabrería vana. María vino al mundo para ser la Madre· de Dios. Pa– .ra que Cristo se encarnara en sus entrañas y ella se transformara en miembro imprescindible del Cuerpo .Místico de Cristo. Luego· o a la vez. El destino de to– do cristiano es formar 1 en su espíritu el espíritu de Cristo para transformarse él mismo en miembro más o menos imprescindible del Cuerpo Místico. A esto se reduce el papel que hemos de desempeñar en esta tramoya complicada de la vida. Ante el mensaje de ese ángel invisible que Dios nos manda para anunciarnos la nueva de nuestro destino no cabe otra postura ni otra contestación que la de María: hágase en mí según tu palabra. ;Camino inalterable. El camino _que hemos de recorrer está marcado desde el principio de la vida. Es el camino que re– corrió María. Nuestro corazón ha de evolucionar al ritmo y medida como lo hizo el corazón de María. Dios, inmutable, sigue siendo el Dios de la blan- cura y de la pureza. Dios no cambia; Y Dios siempre ...será el. amigo de los sin mancilla, de los puros y lim– pios de corazón. Tanto que solamente, en frase de · Jesucristo, se dejará ver de los limpios de corazón. Nuestro camino, bajo este aspecto, no tiene ma- ,yores complicaciones. No hay que discurrir demasia– do parl;). hacerlo, ni estudiar con detalles su trayec– toria. Está bien marcado, aunque sea cuesta arriba para la naturaleza humana. Es el camino de la auste– ridad que conduce a cimas blanquísimas e intactas. Y no digo precisamente el camino de virginidad, ·sino de castidad. Porque cada cual ha de conservar
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