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62- ría conserve inmaculada esa pureza que El ha hecho brotar en su corazón como una azucena para que en sus pliegues, en su mismo corazón, recoja la gota de rocío esperada por los hombres, Cristo Jesús. Dios quiere que esa pureza que por ser privilegio es divina, sea humana por el esfuerzo y sacrificio de María. Por eso a los pocos años hace voto de castidad ofre– ciendo a Dios la azucena de su espíritu blanco y sin mancilla. Hace voto de castidad renunciando a la ma– ternidad humana para hacerse digna de la materni– dad divina. Y llega para María la edad de los sueños y de las ilusiones. La juventud. Y es entonces cuando María se desposa con José, el varón justo y virgen, para que guarde su pureza y la proteja con su sencillez y cor· dura de la malignidad de los hombres. Y María vive su vida metida en el retiro y en el süencio y esto para que el bullicio del mundo no la envuelva en sus dis– cursos vanos y frívolos y el fango de la tierra no man– cille su corazón de cielo. Y porque sabe perfectamente que aunque el espí– ritu es fuerte la carne es flaca, María, en la intimi– dad de su cuarto cerrado y de su corazón florido, rue– ga al Dios de las montañas, de los valles y de las nie• ves perpetuas que le otorgue cumbres de sueños di– vinos, sencillez de valle y blancura de nieve. Y porque sabe que Dios humilla a los soberbios y ensalza a los humildes, María pide la humildad y cava profundo· en la miseria de su nada para que la llene Dios de su majestad y grandeza. María quiere ser pura y porque quiere serlo, pide la humildad, la oscuridad, el retiro, porque en el retiro y en la um– brosidad de los bosques cerrados es donde se encuen– tran las flores más limpias, más de Dios por ser me– nos de los hombres.

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