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- 59 que ponerse en la realidad del caso y ambientarse en la psicología de María con un corazón de madre en potencia. Cono,!;er el caso de María supone la realidad exac· ta. Tan excéntrico y fuera de realidad es pensar a María como UJ:!a mujer de fantasía y dotada de cá• rismas y milagros que, aunque posibles, no constan en el texto evangélico, como suponerla inculta y sin instrucción alguna. Ni una cosa ni otra. Más bien hemos de suponerla con una buena instrucción por lo menos en materia de religión y Sagradas Escritu– ras. Admitidos los años de María en el Templo de Je– rusalén y el detalle del Evangelio cuando nos la pre– senta entonando el Cántico del Magníficat, hemos de admitir a una mujer más Men culta, bien instruída. Seguramente había meditado muchas veces en las prof.ecías del Antiguo Testamento. •Supuesta su cultura bíblica y su corazón de mu– jer normal, vamos a discurrir lo que supuso la acep– tación del mensaje del ángel y de la voluntad de Dios. · Como buena israelita ,esperaba la venida del Me– sías. Sabía que vendría trayendo a las almas y al pue– blo de Israel la paz y la salvación. La felicidad. Paz y felicidad que importaban el bien de las concien– cias y el reinado del Señor en las almas. Leyendo las profecías y los salmos del Rey Da– vid María vislumbró al Mesías calumniado, abofe· teado, escupido y clavado en la cruz. Lo vio como a ·un leproso, ·sin figura humana, como el gusano del camino pisoteado por los viajeros. Escarnecido y he• ·cho piltrafa de la humanidad. Como mujer pensó, seguramente, en su.madre, la

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