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.58- el ángel Gabriel. Ha venido con pasos silenciosos pa· ra no distraerla. Luego le ha sonreído. Y un saludo: -«Dios te salve, María». Y hubo un sobresalto en la faz de la niña. Sus ojos 'Se abrieron al infinito y por ,el hondo misterio de sus ojos, entró el saludo del ángel. -«Llena eres de gracia y ,el Señor es contigo, ben– dita tú entre las mujeres». María .quedó sorprendida y casi suspensa en el so– bresalto. Era un contraste tajante. Quizá estuviera pen– sando en la grandeza de Dios y en la bajeza de su esclava. Por eso, dice el Evangelio que quedó tur• :bada y no sabía a qué venía aquel saludo. Y el ángel: -«No temas, María, pues hallaste gracia a los ojos de Dios. He aquí que concebirás en tu seno y darás .a luz a un Hijo a quien darás el nombre de Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo y. le dará el Señor Dios el trono de David su padre y reinará sobre la casa de J acob eternamente y su reinado no tendrá fin». Dijo María al ángel: -«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» Y con sonrisa inefable: -«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cobijará con su sombra; por lo cual también lo que nacerá será llamado santo, Hijo •de Dios. Es verdad que la maternidad divina de María es la fuente de todas sus prerrogativas. Pero vamos a pensar lo que supuso para María el aceptar el men– saje del ángel y la voluntad de Dios. Ante§ que nada para comprender el sacrificio de María en la aceptación de su maternidad divina hay
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