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50 - Maria conoce a José. No hemos de caer en el ridículo de creer que María y José llegaron a los desposorios y más tarde al ma– trimonio sin haberse conocido. Ni siquiera hemos de admitir, aunque posible, un milagro innecesario, para afírmal' que Dios los unió sin haberse conocido antes. Dios obra por los medios naturales. Hubo un día en que José y María se conocieron y se interesaron. Por lo menos María interesó a José el carpintero de la aldea. Justamente también es natural que un día se ha– blaran. María tenía el problema de su virginidad. Vir– ginidad que nunca mancillaría. Joya que apreciaba además como una ofrenda hecha a Dios y consagrada c:on voto. María estaba dispuesta a conservarla siem– pre y p9r encima de todo. Por lo tanto hemos de admitir que María habló a José de la entrega que había hecho a Dios de su vir– ginidad. No podemos precisar los términos, ni el diá– logo íntimo. Pero fue la conversación sabrosa y pura. Fue una conversación elevada. Sus almas se enten– dieron perfectamente porque eran almas de un varón justo y de una mujer prudente. Solamente así pode– mo,; admitir la ceremonia de los desposorios y de las bodas. Fue un amor limpio, subido hasta el sacrificio y la inmolación a Dios. Así se entiende perfectamen– te la vida d9 los dos esposos vírgenes y las dudas de José cuando conoció el estado de María tras la Anun– ciación del ángel. Solamente así se explica el que José comprendiera el misterio de la Encarnación. Se comprendieron mutuamente. Dos corazones vír– genes y dos almas entregadas a Dios. Esta identidad de srntirnientos y esta armonía sobrenatural de en– trega a Dios pudo hacer de su vida y de su casa el

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