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46. - alma semejantes a los suyos para guardar su pureza y ampararla ante la sociedad malpensada. Fue el co– razón del joven carpintero, José de Nazaret. Tres caminos. Con frecuencia desfundamentamos absurdamente nuestra vida. Aparece a veces tan hueca y sin senti– do y sin consistencia que da la impresión de que no existe otra vida que la del mero sentido. Y me refiero al sentido corporal. Así experimentamos los múltiples. fracasos y fracasos de almas maravillosamente dota– das de una espiritualidad humana riquísima. Estos fracasos, fracasos de vocación, obedecen a dos factores que quizás nos hayan traído las circunstan– cias de la época en que nos toca vivir. Uno es la irreflexión que puede ser la resultante de las· prisas con que tenemos que vivir. El otro, el materialismo que se nos ha metido hasta en lo más profundo del hogar y de la vida y que puede achacarse a las difi– cultades económicas por la existencia. Y entre el materialismo, la irreflexión y las prisas: han surgido, como un árbol maldito, la ligereza y la: superficialidad. Y fruto de todo esto el no considerar otro valor en la vida que el valor del practicismo, en– tendiendo por práctico todo aquello que agrade al sentido o lo que se cuenta por pesetas. Cuando más,. aquello que interesa al espíritu desde el punto de vista: del egoísmo. Así hemos truncado el sentido de la vida del hom– bre y hemos borrado los caminos que le llevan a Dios. Hoy son pocos los que piensan en el triple modo• o estado de vida que puede escoger una persona a su paso por el mundo. No concebimos, cuando más, sino dos posturas: entregarse a Dios en la vida reli--

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