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- 45 voto de castidad que hizo a los tres años cuando ,en• cerró su niñez en el Templo al servicio ·de Dios. Por otra parte ella sabía que ni Dios ni su con– ciencia le permitían pasar por fa deshonra inútilmente. Y hubiera sido una deshonra ·en aquella sociedad con up. concepto tan equivocado y absurdo de la virgini· dad, el p_ermanecer sola y sin marido. El problema ,era complejo y de trascendencia. Sin embargo no hemos de imaginarnos a María in· quieta y angustiada. Nunca perdió la paz y siempre hubo en su mirada y en el misterio de su corazón la dulcedumbre y la quietud de un alma equilibrada y dejada a las manos de Dios. Existía el problema pero también ,existía la solu– ieión. Mientras estuviera pendiente, como una fruta ,1,nadura, del árbol de Dios sabía que no corría riesgo µ,inguno. ·Por eso confiaba. Y por eso no se precipitó. Senc;:iHamente esperó. Y porque esperó con sosiego y confió con ahinco y oró con insistencia y cariñosa– mente, Dios la escuchó. No es frecuente que sintamos así en estas circunstancias de la vida. Muchas veces porque no divisamos el alcance del problema y otras 11eces porque no nos interesa el plantear problemas de conciencia. Nos gusta más vivir las prisas de la :vida y otras veces dejarnos prender de las circuns· ta.ncias que nos trae el tiempo, como si las circuns– tancias del tiempo fueran signos fatales que hay que aceptar sin discusión. Y hemos de convencernos de que por encima y a lo ancho y largo y profundo de nuestra vida se cierne y se ahond.a ,el problema de la elección de estado. Para María existía el doble camino de encerrarse ·en el Templo, corno una de tantas mujeres consagra– d,as a su se,rvicio o consagrar su virginidad en matri– monio. Dios la iluminó y preparó un corazón y un
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