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- 41 tencia. La santidad es el coronamiento de nuestra vida o, mejor que coronamiento, la razón y el porqué de nuestro existir. Nó tiene otro sentido la vida. María lo entendió perfectamente bien y se lanzó a la santi– dad con la naturalidad y el encanto de quien hace lo más sencillo. Como una piedra que cae al suelo, sin complicaciones y sin -est1,1dio de ningún género. Y es que no hizo nada del otro mundo para con– seguir la santidad. En el Templo María no hizo sino orar y esto sencillamente sin complicaciones ni gran– des métodos. Lo hizo con un amor ingenuo y -es:: ün– táneo. No hay que estudiar muchas teologías para tratar con Dios y entregarle la vida y el corazón. Eso se aprende sin estudiar como aprendemos a ver sin fijarnos en cómo lo hacemos, sin reflexionarlo siquie– ra. Sencillez y naturalidad. Además trabajó y en esta unión de trabajo y de oración encontró su santidad. Po¡rque no existe otra santidad aunque queramos bus– caiI'la. Hay quien piensa equivocadamente que para ha– cerse santo hay que multiplicar o dividir la vida, se– gún se la considere. Multiplicarla en una variedad de ocupaciones y quehaceres de distintas especies o dividirla hasta el exceso de tener un método para cada acción y muchas acciones para cada momento. Y no hay nada más absurdo. Porque la santidad ·es la unidad resultante de una suma de circunstancias di– versas que entrañan la vida, que si es múltiple y diversa es también una. Y esta unidad de la santidad es la so.brenaturali– zación, el dar sentido y concretez divinos al complejo de la vida que es una. Un quehacer, que eso -es la vida, vitalizado y hecho pulso y amor con la oración. O si se quiere, un quehacer hecho único en la unidad de Dios a quien hay que referirlo todo por el amor y·

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