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38 - También los hombres· nos .hablan de Dios, pero mu– chas veces nos hablan de n€gocios y asuntos que tie– nen muy poco de Dios y mucho de disipación y va– nidad. María se encierra •en él Templo para huir del gri– terío d€l mundo y dedicarse a comprender el susurro de la voz de Dios que suena más limpia en el silencio y en la oscuridad del recogimiento. Dicen que Dios habla muy quedo, tanto que el roce del mismo mundo puede romper su voz. Quizás .sea verdad. Verdad, aun– que no faltan ocasion€s en que un grito de Dios sofoca el griterío de un mundo en plena bacanal y un cuerpo en pleno grito de pasión. Pero •el medio ordinario de hablar Dios a las al– mas es la suavidad y en el silencio del recogimiento y la int,erioridad. Y se nos hace difícil encerrarnos en nuestro castillo interior y meternos en la int€rior reflexión cuando es el único modo de encontrarse cara a cara con Dios y hablarle €n sabroso recogimiento y escucharle con delicada expectación. Maria· trabajaba. Y con la oración el trabajo. No sabemos qué podría hacer 1:!na niña de tres años. Seguramente que mien– tras crecía en edad y se fortalecía, María se dedicó al estudio. Primero al estudio del alefato judío para Íuego adentrars_e en el estudio de las Escrituras. · Los Libros santos eran para su .alma la voz. del Padre que le mostraba sus ternuras y sus planes ma– ravillosos. En ellos aprendió lo que a nosotros 'nos cuenta tanto comprender y no queremos admitir· mu– chas veces.. El origen del hombre y su destino. Sor– prendió el primer pecado del hombre, sus consecuen– cias. El dolor le apareció .como una cruz y un castigo

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