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- 37 certeza, diremos que criaturas de Dios. En frase más cristiana o por lo menos más cordial; hijos de Dios. Si algo, pues_, debernos hacer en la vida es hablar con Dios. (Esto si tratarnos de lo que debe hacer un ser racional). Hablar con El para darle el culto de adoración y el incienso de la alabanza. Lo menos que podemos hacer es lo que las flores del campo y los astros del cielo. Lo menos, lo que hace el insecto que se arrastra -si se atrrastra ya cumple con su fin– por el suelo dando gloria a DÍ.Os. Hablar con El y darle la alabanza. Porque no so– nios corno el gusano o la estrella que con vivir damos gloria a Dios. Le hemos de dar la gloria y la alabanza de un ser racional, una alabanza y gloria consciente, racional. Para eso hablar y glorificarle. Es verdad que en todas partes se puede orar. En todas partes está Dios y todo el mundo tiene el pri· vilegio de ser su templo. Esto es verdad. Templo ma• ravilloso, insuperable. Pero para orar mejor, el tem– plo, la casa especial y particularmente dedicada a Dios, Por eso María, que oraba siempre y en todas partes, se retira al Templo de Jerusalén para orar mejor, para entregarse con más soltura y elegancia al trato con Dios. Y esto es natural. En ,el mundo hay un barullo enorme. Un griterío estremecido de hombres y de co– sa~!. Aun en medio del silencio de la noche. Es verdad que el mundo, las criaturas, nos hablan de Dios. Nos hablan a gritos de un Dios bueno y Padre amoroso. Pero ta:m.bién es verdad que es muy fácil confundir y no entender sus voces. No siempre nos hablan de Dios y más de una vez nos hablan de disipación y · :frivolidad. A veces nos conducen al pecado. Y si nó apelo a la experiencia de todós.
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