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car contra el mármol de las ,escalinatas del Templo. Lágrimas que fueron indiferentes para todos aquellos que las miraron con desinterés y con desgarbo. Y allí se quedó María. Desde ahora su vida está dedicada al servicio de Dios y de su Templo. Hasta ahora su espíritu había sido una entrega total al Señor y se deshacía en amores desde el primer día de su existencia. Los Apócrifos nos la describen subiendo las gra– das del Templo con naturalidad de niña y con ente– reza de mujer, sin mirar atrás, con decisión. Sabía lo que se hacía y se entregaba con plena conciencia. Nos preguntamos qué haría en el Templo. Y la respuesta es sencilla aunque por eso no deje de ser profunda y de gran misterio, . María oraba, trabajaba y se santificaba. Parece nada y ,es todo lo que puede hacer una criatura que vive en este mundo. Esta es la verdad aunque la ha– yamos querido oscurecer y hasta negar. Verdad, aun– que con tanto confusionismo y desviaciones hayam.os querido desorientar la finalidad y el motivo de nues– tra existencia Porque precisamente en esta sencillez y en esta 0scurídad, humildad, es donde la criatura cumple con el destino de unirse a Dios hasta transformarse en .EL La arbitrariedad de los juicios de los hombres pinta eumbres donde sólo existen espejismos. Pero la rea– lidad se impone y a la luz no se la oculta, por más que se quiera, bajo el celemín de la autosuficiencia o del orgul_lo. ,María oraba. Primeramente orar. Lo más grande y hermoso que puede hacerse en la vida. Si algo somos, con toda

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