BCCCAP00000000000000000000801
la de entregar,se a Dios en la niñez para volverse al mundo y a los caprichos en la juventud. Y de nuevo olvidar los días turbios de la vida para volverse a Dios ,en la ancianidad. Posturas inconcebibles. Quizá esta postura obedezca a la pusilanimidad. Tenemos miedo a las exigencias de Dios. Porque lo más co– rriente en las vidas ordinarias es ,el ser fiel a Dios en los días de paz, para serle infiel, o por lo menos cobarde, en los días o épocas de dificultad o de lucha. Y sin embargo la fidelidad a Dios hasta la muerte es lo que merece la corona de la vida. Seguramente que María no hubiera llegado a set la Madre de Dios si no hubiera seguido su camino con fidelidad inquebrantable. Y ciertamente no hubiera sido, con Jesuc;risto, la figura cumbre de la Historia y de la humanidad. Porque solamente la fidelidad hasta el fin hace que se templen las almas ,en la grandeza y la sublimidad. Si hubiera hecho un paréntesis ,en su juventud, un aislamiento de Dios o un jugar al hoy y al mañana, como lo hacemos nosotros, no hu– biera llegado al punto final de su vida y de su gloria. Maria en el Templo de Jerusalén.· Sería el caer de la tarde con todo un sol magní– fico estrellándose en las torres del Templo de J eru• salén. Y esto en un contraste estupendo con el humo azulado del incienso y de los sacrificios de cada día. Fondo musical, solemne y serio, el canto de los sal– mos vespertinos en ,el recital monodtmico de rúbrica. Estamos en el mismo Templo judío. Casi no tuvo trascendencia, ni se dio importancia a aquellas palabras de despedida. Los dos ancianos nazaretanos se despidieron de su hija María. Las lá– grimas ,resbalaron sobre sus mejillas para venir a cho-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz