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hacer un examen de conciencia a cualquier hora dél día ó 'a· cualquiera edad de la vida. Nunca es tarde· rii pronto para conocernos a fondo y definirnos exac– tamente. La primera pregunta que debiéramos hacernos tra-· taría sobre la prontitud de nuestra entrega a Dios. Más de una vez nos hemos dicho que si Dios nos ha– blara le contestaríamos con una afirmación rotunda· e inquebrantable. Y lo que sucede no es que Dios no, nos hable sino que no le escuchamos o hacemos co– mo que no le oímos. Tu primer aliento de vida fue imperceptible, in· consciente para ti. Pero junto a tu cuna transida de· ternuras y de mimos, se rasgó cariñosa la voz de Dios en una llamada tierna y de cariño. Nos llamó porque· éramos de El. Revestidos de carne en las entra:ñas, de una madre,. no somos más· que un aliento de Dios, hijos de .su corazón y de sus :manos. Beso vivo de sus· labios, imagen y semejanza suya. Alma nacida de la nada y. del amor de Dios, cubierta con la sensibilidad· de · un cuerpo que llora y de una carne que ya em– pieza a soñar. ' La llamada de Dios fue tan débil pero tan amorosa que· no se la pudo resistir. Te pusieron de fiesta. Blan-· ·cos · pañales y blancos vestidos. Y hubo fiesta porque· entrabas en la iglesia cuando caía la tarde sobre el pueblo arrebatado de niños que te esperaban con gri– ,tos ,y soi;irisas. bios te esperaba para bendecirte. y darte la bien– venida'. Después te limpiaron del pecado y quedaste– ttáhS:fotmado en un hijo de Dios. Cristiano por .la gracia· de Dios. Tus años primeros fueron impecables. <Yo• ·t:ecúerdo mis días 'de' niño y me estremezco. Tan -ceréa deí• m:undo y :de la vida, tan cerca de la madre·
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