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- 263 el Espíritu Santo les movía a expresarse». (Hechos. 2, 1-5). Antes había dicho san Lucas en los Hechos... «per– severaban unánimemente en la oración juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos». (Hechos. 1, 14). Pentecostés resulta en los comienzos de la Iglesia el. cumplimiento de las palabras de Jesús. Cumpli– miento que requiere como condición la oración con– junta de María y de los apóstoles. Oración en común, unánime y perseverante. Hace falta que lo meditemos. A la Iglesia hoy y slempre ·le hará falta el bautismo del Espíritu Santo. Es cierto. El es quien ha de gobernarnos. Las pala– bras de Cristo siguen siendo promesa inquebrantable. Nuestra postura debe tener el signo que tuvo la de los apóstoles. Oración en comunidad, podríamos decir litúrgica, unánime y perseverante. Pero no olvide– mo~ el detalle: con María. Pentecostés está ligado a María. María se encuen– tra en el centro de los doce apóstoles. Quizá fuera ella misma quien les diera el aliento y los sostuviera en la esperanza y en la fe a las palabras de Cristo. No olvidemos que el.la es la madre que arropa en su regazo las primicias de la Iglesia. María es nuestra· Madre. Nos concibió con gran dolor en su casa de Nazaret. Aquella tarde, cuando ante .el ángel arrodillado y atónito, aceptó el ser Ma– dre de Cristo. Madre del Cristo total. Madre de Jesús, de un ajusticiado, aunque inocente. Madre de un Cristo que encarnaría el signo de contradicción contra un mundo poseído del mal espíritu. Nos dio a luz entre las ignominias y sufrimientos del. Calvario. «He ahí a tu hijm>. Es madre que nos cuida en los primeros pasos. Soledad y abandono de

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