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260 - Y fueron cuarenta días. Así nos dice el Evangelio: Estuvo con ellos cua– renta días. Fueron días destinados por Jesús para consolar a los apóstoles y consolidarlos en la fe. Días de aclaraciones sobre el misterio de su Persona y, sobre todo, dias en los que les hizo ver la necesidad de que El se fuera para que viniera el Espíritu Santo. J e~ús quiso provocar en ellos la virtud de la espe– ranza. Esperanza en el Espíritu Santo. María vivía con los discípulos, por lo menos con Juan, pues nos dice el texto evang6lico que Juan, «desde aquel momento, la recibió en su casa», como madre. ¿Necesitaba María el consuelo de Jesús? ¿Necesi– taba de más pruebas para cerciorarse y convencerse de la divinidad de su Hijo? Ciertamente que no. María a estas alturas estaba llena hasta la hartura y comprendía perfectamente el caso y el misterio de Jesús. Estos cuarenta dias fueron días de maternidad espiritual, amparo y consuelo, compañía y aliento para los discípulos. Si ella esperaba el Espíritu Santo y se preparaba para el día decisivo de su venida, era en espera de una gracia especialísima que la definiría como Madre de la Iglesia que iba a nacer organizada. Lo esperaba como una gracia de sobreabundancia espiritual y de santificación consumada. Fueron cuarenta los días de trato con Jesús que se les aparecía y explicaba las Escrituras referentes a su Persona y a su Reino. María estaba con ellos. Fueron días de alegría y C:if, robustecimiento en la fe. No olvidemos la presen– cia de la Madre de Jesús. Fue entonces cuando más adentro penetró en sus corazones el amor a María, ya desde entonces su madre.
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