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- 259 teologal. No sé por qué no hemos de pensar más veces, con más constancia, en estos dogmas que puede traer al hombre tantos consuelos, tanto optimismo y tanto coraje para luchar en la vida espiritual. La vida tiene muchos tragos amargos pero también tiene esperanzas y realidades gustosísimas cuando se mira la realidad que ha de venir. Acostumbrados a mirar la vida unilateralmente nos da una perspectiva falsa y pesimista. La vida es vida por sus cuatro ,costados y todas sus distintas dimensiones. La vida tiene dos vertientes, la de cara a este mundo y la de cara a la eternidad. Y la dimensión y vertiente más auténtica más honda y profunda, es la dimensión ·de la eter– nidad. ¿No comparamos la vida a un lance deportivo? ¿No es un juego? Y olvidamos que tras el lance' y el juego está reservado el premio para los que triunfan. Deporte o lucha, que es igual. Pero lucha que no acaba en el cansancio de un bregar continuo. Lucha que no acaba en la muerte y en la sola esperanza si.no que termina .en la ·realidad de un premio que es el abrazo de Cristo y la corona de la gloria. ¡Oh cielo, cielo... ! Meditamos poco en el alleluja de Pas– cua. Y la soledad que mantenemos en el dolor que sufrimos y las renuncias que practicamos y las podas que hacemos y las ausencias que lamentamos y las amarguras que mascamos hay que refrescarlas y en– dulzarlas con el canto sabroso del alleluja que ,espe– ramos. ¿O es que no hay que cantar nunca en la vida?' Dios ha puesto en nuestro corazón la vena de poeta y el ritmo del citarista para que improvisemos en este caminar la canción de la esperanza y de la fe. Sobre todo de la fe en .el cielo.

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