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258- pecado, la Resurrección es la victoria sobre el dolor y la muerte. No tiene otra explicación. María esperó la 1nañana del Domingo, la vio y se alegró con la venida del Hijo y el triunfo definitivo sobre ,el pe-. cado y la muerte. ¡Alleluya! Es el término de las almas que esperaron y con– fiaron en el Señor. Es el término de la vida de los que estuvieron unidos a Cristo. Vida de espera en el dolor, vida de fe en las palabras de Cristo, entereza en esta vida paganizada, vida de amor en este mundo de odios, vida de cristianos que termina en el culmen de una paz segura y una alegría indeficiente, Pre– sencia de Dios. Abrazo con Cristo. Y un Cristo que ya no muere. Participación de su gloria para aquellos que participaron antes de su humildad, en la perse– cución y en la muerte. Resulta imposible describir el gozo de María. Co– mo resultará imposible describir la entrada del justo en el cielo. Porque la visita de Jesús a María, el anuncio de su Resurrección, es el anuncio y el men– sclie del cielo ab:erto a su corazón de Madre. Impo– sible. Es mejor pensarlo en lo íntimo del alma y esperar entre tanto nos llegue la hora de recibirlo nosotros. La alegría del cielo. ¿También se nos hace difícil la vida cristiana cuan– do reflexionamos el momento aquel en que nos en– contraremos cara a cara con Jesús Resucitado? ¿Re– sulta imposible el dolor y el sacrificio ante la espe– ranza del cielo? Hemos .truncado el auténtico sentido de la vida cristiana cuando hemos olvidado el gozo del cielo. La Resurrección de los muertos es un dog– ma de fe y la virtud de la esperanza es una virtud

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