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24-· nacido en tu corazón... ¡Oh, los sueños que se tienen de niño y- se olvidan de mayor! ... Quizás eres una madre y tienes entre los brazos el niño que has esperado desde siempre. No te olvi– des. Que la Virgen niña sea la compañera de tus hijos. A vosotros, niños, os digo que la Virgen ha de nacer en vuestro corazón como una niña. Que vues– tros ojos sean serenos y limpios, como los de María. Que no miréis las cosas _feas del mundo. Que lo do– réis todo con el ensueño de la nieve y el sol. La pu• reza de la Virgen niña. ¡Oh candidez! Os digo que no busquéis las palabras co'.tnplicadas y retorcidas. No hace falta que oscurezcáiz la voz para haceros más hombres. Sed como la Virgen Ni• ña, que nazcan ,en vuestros labios las palabras con la sencillez que nacían de labios de María, como el agua de las fuentes, frescas y cantarinas. Cantad, sí, cantad, que al mundo le hacen falta las canciones y las sonrisas de los niños. No lo olvidéis. Y andad de prisa y sin gestos ridículos. Id por caminos infantiles, como la Virgen niña. No bus– quéis los caminos retorcidos, ni las sombras. Más tar– de os deparará la vida los caminos intrincados y di– fícile!.!. Ahora haced el camino sen-::illo. Que poda· mos decir los hombres, y decirlo con envidia, que •para ser feliz hay que ser niño y no complicarse la vida y amar la sencillez y la luz. Porque os digo la verdad, hace falta que la Virgen niña nazca en vosotros como niña, para que el mun.– do vuelva a soñar y a ser feliz. Y rezad y amad a María. Y vosotras, madres, no lo olvidéis.

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