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representa y ,es en la obra de la Redención una vida y una voluntad en acción de entrega. N·o es la madre que sufre pasiva y resignadamente, sino que es el corazón que sufre y se ofrece en dolor ,estremecido, junto con Cristo, por la salvación de todos los hom– bres. María estuvo presente a la Crucifixión de Jesús. Comenzó por sentir en su rostro d rubor y el estre– mecimiento de la vergüenza cuando, ante la turba inmensa y alocada, Jesús fue despojado de sus ves– tidos. Sin ahogos ni miramientos, casi como si fuera un ser inerte, sin conciencia y sin alma. Escena te-· rriblemente inhumana. Después los clavos y los martillazos, golpes duros. que atravesaron el corazón de la madre. Sangre que salpicó la tierra y lágrimas que nublaron los ojos de María. Tragedia espantosa. Y luego verlo alzar entre la tierra y el cielo como un signo maldito. Los, sarcasmos, las injurias, las risas y las blasfemias en tromba inmensa y despiadada. Oyó las palabras de Jesús.· Su corazón derramado· en un perdón universal, concretizado en el ladrón arrepentido. Se abrieron las puertas de la misericor– dia y del perdón. Y junto al gran dolor del Hijo per– dido, sacrificado y medio muerto, María siente el con– suelo de este perdón ofrecido a los hombres. Entre las sombras y tinieblas que oscurecen el cielo, tinie– blas duras 0 imptmetrables, se vislumbra el Sol de la Redención. La hora de Jesús, lo ha comprendido, ,es. la hora de la Redención en el amor. Lo comprende y lo aprueba. Se regocija. Y ahora hasta el sacrificio– Y la muerte le sientan bien Esto que no cabe en el corazón humano de una madre, que ,es superior a la fuerza de una mujer, es posible en el amor sobrena-· tural de María.

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