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- 247 María va camino del Calvario, unida al Hijo, re– :vestida con toda la fortaleza de una nueva madre de los vivientes, madre de una gran descendencia de redimidos. Su misterio se abre ante el misterio de Cristo que rasga su dolor en sangre y desprecios. Ahora lo entiende Gran meditación la de María cuan– do va camino del Calvario. ¿Por qué Doráis? Allí está María con las santas mujeres que lloran la pérdida del Hijo del hombre, del mejor de los nacidos de mujer. Corazones sencillos y sin malicia lloran el drama de Jesús y de su madre. No el drama íntimo, .que no lo entienden. Lloran al hijo que :mue– re. Lo hubieran hecho igual por el hijo de una ami– ga. Sentimiento de mujer, pago de agradecimiento. «Le seguía una gran muchedumbre de pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y hacían duelo por El». (Le. 23, 27). ¿Era sincero el dolor? ¿O su– plían las plañideras de rigor en los funerales judíos? En circunstancias tan anormales y en momentos tan íntimamente ligados a un pueblo que se revela con– tra el Hijo de Dios, lo mejor parece pensar en un duelo verdadero, espontáneo y sincero «Volvióse Jesús hacia ellas y les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotros y por vuestros hijos. Porque llegará tiempo en que se dirá: dichosas las estériles y los vientres que no concibie– ron y los pechos que no amamantaron. Entonce.s se pondrán a decir a los montes: caed sobre nosotros, y a los collados: ocultadnos; porque si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo tratarán?» (Le. 23, 28-32). . Hasta en los momentos más dolorosos Jesús sigue siendo el Maestro bueno. Podríamos ver el cqrazón

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