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qüe sabía que había llegado la hora de Jesús, qtie era también su hora. La calle de la amarg1.na . Según la tradición cristiana -el encuentro de María con Jesús fue en la encrucijada de una calle. Desde entonces el pueblo la nombra con el sobrenombre de la Amargura. ¿Se vieron? ¿Chocaron sus corazones? ¿Se entendieron sus miradas? ;.Qué pasó? Lo induda– ble es que María y Jesús sintieron el escalofrío del dolor y sufrieron la amargura del encuentro. Pero hubo algo más en los ojos de Jesús y en el corazón de la madre. Se entendieron. Comprendió la Virgen el misterio y conoció el momento y la «hora exacta», hori,. temida y esperada. Dejemos ahora el sentimiento reverente. Dejemos en vilo el corazón de la madre. No tratemos de in– vestigar su dolor. Es más correcto dejar en la hon– dura. del. misterio y en su corazón mártir todo el su– frimiento. Reposado y entero. María sigue ahora, con el corazón abierto al dolor y unidü al de Cristo, todos los pasos de Jesús. Es ca– mino doloroso pero sublime y fecundo porque es de Redención. María ahora lo entiende y comprende todo. Seguramente que en este camino de dolor es cuando comprende a la perfección el misterio de Jesús. Ahora es cuando de verdad ha llegado la hora de Jesús y el momento de i:neterse en sus cosas. , Es camino de hondas reflexiones y de entrega a la voluntad de Dios. Camino de unión estrecha a su Hijo. Acsptación consciente e inmolación sincera. Ho– ra madura. Comprende hasta agotarlo el papel que tiene que hacer en función transcendental con el Hijo que nos está redimiendo. Redentor y Corredentora.

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