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¡,,, ~2- "'.,, . , ;' l :·:,' :· , : . , , \ , . . ... una .brasa y una sonris_a ·en.. sus láb;os y una tier~ na 'mirada en sus. ojos. La tomó en sus brazos y he'– sándola, antes que ella le llamara hijo, El la llamó ~m~a · Y fue luego como un volar de paloma que besara las limpias aguas de los ríos o el alma de las flores. Espíritu Santo sería. Y tomando en las suyas la blanca mano de la niña dejó su alianza como un aro de luz. Y la llamó su esposa. Fue de cielo la alegría y de cie– lo fue la enhorabuena. Se hizo un silencio de bosque cerrado y todo fue misterio. Y en la humilde casita los ángeles del cielo pisaron con temblor y respeto y hundidas las rodillas en las esteras de paja besaron los pies de su Reina. Todo fue alegría de cielo y de cielo fue la enhora– buena. Y los hombres... Seguramente no se dieron cuenta. Pero trajo la álegría a los pobres hijos de Eva que estaban éspe– rando la profecía de una Virgen y la fuerza de su descendencia. Descendencia que aplastaría la cabeza de la serpiente. Hermana y madre nuestra, hija de Dios y de los hombres hija, trajo la alegría a todo el inundo. Inmaculada. No tra.jo las manos vacías y el corazón marchito. Ella trajo las manos limpias y en gesto de espera, ya vecino, a Dios. El corazón prepa– rado y en perspectiva de pocos años para entregarnos al Hijo de Dios. Y el mundo se alegró, inconsciente, con la alegría del que sueña con la presencia de un Dios ausente del mundo y de la vida. {, Hoy valoramos inejor su nacimiento y nos da la
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