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- 233 que siguieron a Cristo no comprendieron su programa, . no entendieron su maravillosa predicación. Era muy violenta, demasiado nueva. Por eso más de una vez, •en sus conversaciones íntimas, en aquellos comenta-· ríos a sus sabrosos discursos, Jesús hubo de decirles: ¿Pero aún estáis sin entendimiento? ¿Tampoco vos• otros habéis entendido nada? Y es que el programa de Cristo no penetra en el corazón y en la inteligencia sino cuando el alma está rociada con el Espíritu Santo. Lo que acaeció a los: apóstoles en aquella mañana de Pentecostés. Cristo lo sabía. Esperaba y mientras tanto instruía. Pero también sufría. Su doctrina, su predicación era: demasiado violenta, demasiado nueva. Chocaba contra la concepción, hecha vida, de todo un· mundo. Iba a costar mucho ,el regenerar al mundo. Sabía lo que· iba a suceder, por eso les prometía y recalcaba, hasta hacerse pesado, la conveniencia de que El se fuera para que viniera el Espíritu. Yo no sabría explicarme los sentimientos de María. Seguro que se alegraba, como Jesús, cuando lo veía aclamado por la muchedumbre y seguido por los dis• cípulos. Pero ¿llegó ella misma a comprender el pro– grama y la misión completa de Cristo? ¿Necesitó ella misma el Espíritu Santo? Sabemos que lo recibió, que– la fortaleció y la iluminó y la consagró como madre de la Iglesia naciente. Pero no me atrevería a hacer· una afirmación categórica sobre si comprendió o no comprendió el mensaje total de su Hijo Jesús. Lo que sí creo poder afirmar es que María, según vimos en otro capítulo, sabía las intenciones de Cristo. Lo que sí puedo afirmar, aunque el Evangelio no lo• insinúe, y esto fiándonos en su corazón de madre, es que tuvo sus confidencias con Jesús y que le hizo– explicaciones especiales. Si hemos de. verla ligada a.

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