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- 231 ser, cuando hay que doblegar el ,entendimiento, cuan– do hay que creer lo que no entendemos, entonces decimos como los judíos: •esto es demoníaco. Y cuan, do hay que dejar lo que no es nuestro, cuando la doc– trina de Cristo roza nuestros bolsillos o el negocio, el lucro, rango y clase, etc., entonces clamamos con es– truendo que eso no es cristianismo, que «eso es co– munismo» o tontería y ganas de revolución, demago– gia y meterse donde no nos llaman. Y Cristo nos llama para que nos :metamos ,en líos cuando hay que defender la justicia y la verdad. Y entonces viene la indiferencia ante la doctrina de Cristo o su moral, o mejor, ante su vida porque... «¿no decimos bien que tiene demonio?» Y así sigue el mundo indiferente ante Cristo, no porque no le interese su doctrina sino porque no se atreve con su programa de vida. Indiferencia fruto de la cobardía. Buena meditación para los hombres de hoy que pasan por las calles con el cinismo a flor de piel y de alma y que en el fondo no son :más que un atajo de cobardes que huyen de la verdad para encerrarse en sus odios, en sus tugurios malolientes o en sus lu– josas salas de fiesta, en las salas de baile o en los brazos de una desgraciada. Para encerrarse en una tasca de barrio o en la mesa de una oficina de alto nivel. Es igual. Cobardes que juegan con la indife– rencia e incluso con lo más sagrado que tenemos los hombres: la política, la paz y Dios. Seú' i.or , ¿tA dómle iremos si Tú solo tienes ·¡(\\~.,1!>)11n'!?!~. de vida eterna? Palabras del apóstol san Pedro que sirven para encabezar las que dijeron todos aquellos que ante
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