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- 21 sas, de estrellas, de sueños y fue el palacio de la ale– gría. ¿Imaginación? Seguramente. Pero esto porque no podemos c!ecir la'irealidad que superó la fantasía. Siempre regocijo y alegría junto a las cunas de los niños. Junto a la cuna de María fue exultación in· sospechada. Nacía la Inmaculada. Junto a las cunas de los niños, el interrogant,e de un mañana incierto y encima el hijo manchado con pecado. Junto a la cuna de María la liempieza de unos ojos y un corazón sin mancilla. El hijo, regalo de Dios. María regalo de Dios in· comparable. Hechura de ,sus manos y mimo de su co– razón. Pensamiento inmaculado hecho niña Inmacu– lada. Mujer fuerte y limpia, victoriosa y preservada. Blanca y encendida, rosa y nieve y sol. Alegría de los cielos y encanto de los hombres. Inmaculada. Enhorabuena. Nadie lo dice, pero tuvo que ser así. A la hora en punto en que Dios tuvo su sueño, el de María, un re– vuelo de mil palomas no hubiera semejado la alegría y alborozo de los cielos. Y a la hora en punto ,en que Dios tuvo su sueño y su amor, con antorchas de estre– llas y palmas de luz y salmos de enhorabuena, todo el. delo se vino a la tierra, a la pequeña casa de Na– zaret. Procesión de antorchas. Fue de cielo la alegría y de cielo fue la enhorabue, na. Primero sería Dios Padre. Junto a la cuna, con sonrisa inefable, puso sus ojos transiedos de amor. La tomó en sus brazos y el beso fue como una 'estrella encendida en la frente de la niña. Después la llamq su hija, antes que ella le dijera su Padre. Se acercó el Hijo y en su hermpso corazón dejó
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