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Y el hombre judío, como •el hombre de todos los tiempos, tuvo su respuesta al programa de Cristo. Era inevitable. El corazón y la vida humana no son de piedra. No se alim~mtan de muerte. El hombre va en busca de la vida. Y a la triple filosofía que vive la humanidad, filosofía de vida y corazón, filosofía de· amor, de odio y de indiferencia, el pueblo judío res-· pondió con un triple camino: amor, odio, indiferencia. Indiferencia o cobardía. Y María vivió la tragedia de Cristo. Y no olvide-– mas que las grandes tragedias de las :madres son las tragedias del corazón. Más cuando estas tragedias se" plasman y reconcentran en el hijo. No queremos más rey que al César. Este podría ser el grito de un pueblo levantado– contra Dios. Y de hecho lo es. Pero aquí lo presento, C'omo el índice y postura de aquella gran parte del pueblo judío que se levantó frente a Cristo para odiar-– lo. Entre ellos se contaban los intelectual-es, los re– gidores del pueblo, sus escribas y sus sacerdotes. Se· hizo postura de moda. Ellos no entendieron o no quisieron entender er mensaje de Jesús. O quizá porque lo entendieron lo· rechazaron como contrario a su filosofía materiaHsta de la vida. Ellos no vieron en El más que a un hom– bre que pensaba y exponía su pensamiento rotunda– mente contrario a los suyos. Su doctrina, la de Cris– to, era doctrina de vida; una doctrina sencilla, auste– ra, amable y cautivadora. Venía refrendada con todo·· el calor y prestigio, casi diríamos magia, de sus mi-– lagrort Chocaba violentamente contra todas sus es– peranzas. Iba de frente a su egoísmo y a su soberbia. Esto provócó en sus conciencias el fruto maligno..

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