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- 219 programa y un ideal imposible de ~squinar. Pero lá realidad es que Cristo viene al mundo como una ban– dera de contradicción. Lo proclama el carisma del An– ciano. Cristo es espíritu que se levanta sobre la tierra pa– ra conducir espíritus y que sufre violencia del otro espíritu que está encarnado en las tinieblas y que ,qtrlére conducir al hombre al Reino del Mal. Fuerzas inamigables del Hombre de la Luz y del poder de las 'Tinieblas. Espíritu de cielo, espiritual grandeza, y es– píritu de superhombre que canoniza la fuerza de lo humano. y lo terr,eno. Grandeza de Dios contra la tris– te libertad del hombre. Programa de santificación, de redención, y programa de acercamiento al instinto, al egoísmo y · al gozo de las criaturas. No olvidemos que María guardaba todas estas co– ·sas en su corazón. Que las meditaba con ahinco y cons– tancia en lo más íntimo de su alma. La profecía de "Simeón tuvo que echar raíces en su alma a lo largo de' treinta años y más de una vez su solo recuerdo hi– zo ·temblar de emoción las fibras sensibles de su es- J;?'fritu. · · ·cuando lo vio partir de Nazaret para comenzar la nueva etapa de su vida, la proclamación del Reino de Dios, ella 'lo vio. como una bandera desplegada al viento y a los tiempos y a los hombres. Comenzaba el riesgo, la lucha predicha 0 po:r el Anciano. Y aquí co– mienza la ,vida de la madre. Porque la vida más pro– funda de la, madre es la espectación y la ansiedad por e}, hijo que sale en busca de fortuna. Los interrogantes más vivos de la madr,e son los comienzos del hijo que emprende una empresa de estudios, de carrera, de co– locación o de negocios. Si el hijo es un sacerdote, las primeras ernociones de la madre empiezan no tanto en el prirríer Sacrificio cuanto en •el primer ministerio.
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