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·218 - ·penumbra, difuminada y como a la espera del último día, en el Calvario. Sin embargo así como la vida de Jesús, en el cur– ·so de estos tr•es años de su vida pública, podríamos ca– lificarla de impresionante y tiene un interés magní– fico y escalofriante, en este mismo tiempo y a esta misma altura la vida de María, al menos para mi modo de pensar, adquiere también un interés enorme y se hace profunda y maravillosa. Cristo durante estos tres años de predicación y de milagros instruy,e al pueblo y comienza la instauración ·del Reino de Dios. Empresa de grandes contrastes pa– ra s1,1 corazón. Recios y fuertes encontronazos con el corazón del hombre. Prob}ema fantástico que ti.ene ·que plantear y resolver. Problema del corazón huma– no, misterio insondable, fuerza terrible, torre de gra– nito que doblegar, riada imponente que encauzar, fru– ·to maldito que resanar. Y ante el problema del cora– zón humano Cristo tuvo sus grandes fracasos y sus grandes disgustos. Y esto mismo ocurrió a María. Ahora empieza la ·nora pr¿fetizada por el anciano Simeón en aquella mañana, entre las columnas del Templo y ante el co– razón de una madre que espera con la inquietud de un Hijo. Signo y bandera. Podría ser muy bien una definición. Por lo menos -es una realidad. Cristo aparece en el mundo y se ma- · nifiesta a los hombres como una bandera, como un signo. Signo y bandera de contradicción que dijo el anciano Simeón. Algo absurdo, terrible y amargo, pero algo cierto y que hay que admitir. Lo justo y normal fuera que Cristo encarnara una bandera, un signo, un

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