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20- ,Nacimiento de María. Pudo ser muy bien un día de septiembre. La tra– dición y la Liturgia de la Iglesia consignan el ocho de septiembre como la fecha natalicia <le María. Un día de septie:mbre cuando el sol calienta los campos barbechos y enciende las rastrojeras agostadas y cuan– .do sale del alma y de la vida la alegría de las cose– chas en los graneros, bien guardadas. Cuando el verde de los viñedos se va consumiendo y bajo las cepas se amoratan las uvas con la madurez del vino. Y quizá fue una tarde cuando vienen los pastores y los reba– ños remojados en sol a beber la frescura de las fuen– .tes, bajo los árboles o el aprisco. Cuando los hombres encienden sus ojos con sueños y apunta la blancura de la luna sobre el verde azulado de los .montes. Y cuando se entonan en las familias el último salmo de acción de gracias. A la hora del Angelus. Una tarde : de un .día de septiembre. , La pequeña casita de Nazaret tiene el corazón co– ·,mo ·a la espera y todo es silencio junto a la anciana ,que se ilusiona y goza y sufre. Joaquín también a la .espera. Una tenue sonrisa le ha brotado· del corazón .hasta prendérsele •en los labios en una palabra: hijo. ,Todo es espera y el corazón de Ana como una ánfora ;nueva de maternidad. Se rompe. Y a la hora ·en punto en que Dios soñaba el. sueño , de María, como un rayo de sol que rasgara milagro– .samente las doce de la medianoche y sus negruras, vino al mundo la divina niña como un capullo de car– .ne rosada y de ingenua ternura. La Inmaculada. Y la casita de Nazaret se inundó de sol, de sonri-

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